viernes, 12 de diciembre de 2008

YWC} X-mas Contest

La sala ya empezaba a atestarse de gente; y la mayoría ya se encontraba reunida alrededor del árbol. Curioseando entre las esferas verdes y rojas. Tirando sin querer de las guirnaldas blancas o robando los bastoncillos de caramelo que guindaban de las ramas: Todos preguntándose donde estaría el anfitrión, y a que se debía su retraso.
El vino se estaba acabando.


Lo busco entre la muchedumbre y luego en su copa vacía.
¿Por qué tenía que hacerle esto?
Ilusionarlo y dejarlo a la deriva como a un pobre animal.
Era el ritual de todos los años: asistir a la celebración y recibir los presentes con una obligada sonrisa. Despedirse con una cena que dejaba mucho que desear.
Buscó en el lugar más obvio: "¡Blad~!" escucho tras cerrar la puerta "Apareciste~"

Lo encontró tendido sobre la cama; la cual estaba cubierta de sacos y abrigos, sombreros y paraguas.
"Te están esperando…"
"No quiero bajar"
Lo vio dar unas cuantas palmaditas en la esquina de la cama y llamarlo agitando su rubia cabellera "Ven"
Blad miro con desgane el camino de regalos desperdigados por el suelo; y enseguida la sonrisa de su compañero adornada por sus ojos verdes.
Lo estaba llamando nuevamente.
"Vamos, se que detestas estar ahí afuera"
"Fue tu idea"
"Siempre es mi culpa…" murmuro con una encantadora sonrisa que le hizo mover los pies: Pisando una bufanda que jamás usaría; rompiendo un portarretratos que probablemente regalaría. Y ocultando bajo la cama aquello que siempre había deseado.

"¡Ah! Mira lo que encontré" el rubio estiro el brazo sacando una caja de chocolates.
"Emil…"
"¿Jugamos?" Chilló emocionado desde la cama "Por cada regalo bueno que encuentres te daré un premio" ordenó.
Y no pudiendo negársele, Blad acepto como todo un iluso.
"Esta bien"
Al primer intento encontró un violín de lo más extraño; recibiendo así el primer chocolate, siendo empujado por suaves dedos para invadir su boca.
Seguido encontró algo de arte abstracto y un pez dentro de una licuadora. Un extinguidor llamó su atención y una Biblia de bolsillo fue a dar contra la pared.
Para cuando dio con los escritos del Mar Muerto solo quedaba un chocolate; el había ido a parar coincidentemente a la boca del otro.

"Ven" llamo Emil con gestos y mirada; finalmente tirando del cuello de su camisa.
Juntando labios, y dejando que el dulce se deshiciese entre sus bocas. Tocando lo tibio. Palpando lo suave.
Llamándose mutuamente en silencio; el cual solo era opacado por sus caricias.


Que importaba lo que pasase ahí afuera:
Que el árbol se derrumbase, que la gente huyera.
¡Que el Mesías resucitara!
Ya nada más importaba.

Nada más que sus manos reconociéndose con ojos cerrados. Que sus nombres fuesen pronunciados por bocas ajenas; y que hasta el último gemido colmase las esquinas de la habitación.

Era el ritual de todos los años: fingir indiferencia, reprimir desesperación.
Esperar que todo estallase con un simple beso…

… Tal vez, era por eso que nunca colgaban muerdago.