¿Se han preguntado porque Matt usa googles?
La escalera se sacudió con un estornudo; y Mello cayó en seco contra el suelo. Con la nieve escurriéndosele por la ropa y el rostro completamente colorado.
“¡Matt!”
“Lo siento…”
El susodicho se limpiaba la nariz con la manga mientras lo veía enredarse aún más con las luces navideñas.
“¡Maldita nieve! ¡Maldito árbol! ¡Maldita Navidad!”
Levanto la mirada; ni siquiera iban por la mitad…
Ya todos habían entrado; calientes y esponjaditos alrededor de la chimenea de seguro. Mientras él y Matt seguían fuera adornando el árbol como castigo.
-Que absurdo para las vísperas- pensó el pelirrojo al encender un cigarrillo para calentarse.
“Listo~” canturreo entre alegre y amargado el rubio al conectar el cable; las luces se prendieron en hilera como si el árbol estuviera en llamas.
“¡Mierda, Mel!” gruño Matt llevándose las manos al rostro; los colores aun titilaban dentro de sus parpados. Para no pensar que se le habían quemado las retinas.
Tenía ojos sensibles.
“Estamos a mano” bromeo Mello arrastrándolo al interior de la casa; tomado de la mano para que no se perdiera: Pues aun no veía nada.
***
La mañana siguiente despertó con un golpe en la cabeza; “¡Matt!” su bota roja le habia caído encima, y dentro de esta habían un par de gruesos googles naranjas.
Supuso quien habia sido.
Mello empezó a pasearse a su alrededor; molesto y ansioso de que se los probase. Agitando su barra de chocolate recién abierta y presumiendo que se habia robado toda la caja que tocaba para el día. Tratando de parecer indiferente; pero los nervios le ganaron.
“Feliz Navidad” murmuro avergonzado al ver que el pelirrojo no hacia ni decía nada:
-No le gusto- pensó rabioso.
Matt siguió viendo el par de googles como si estos fueran a explotar; y después a Mello, que en su desesperación habia alcanzado el marco de la puerta.
Y sobre este, un muerdago.
Se apresuro antes de que el rubio saliera; haciendo un drama como de costumbre, y antes de que Mello pudiese separar los labios y gritarle indignado de que no le gustase su regalo, Matt se le adelanto y los sello con los suyos:
Un corto y tibio beso.
“Yo también, Mel” rió estupidamente al separarse y sonreírle.
“¡¿Yo también qué?!” exigió saber; Odiaba cuando Matt lo confundía.
Y como buen perro respondió: “Yo también te quiero”
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